"La gente que proclama ser mala normalmente no es peor que el resto de nosotros. Es la gente que dice ser buena o mejor que nosotros en cualquier cosa, de la que tenemos que preocuparnos"

Recordar

Hacía mucho tiempo, hacía ya muchos desde que vió aquella casa por última vez. Normalmente la visión de aquella casa tanto en fotos como en otros recuerdos no le provocaba la más mínima reacción pero ahora que se encontraba solo, solo ante su mayor miedo,la muerte, un profundo dolor atacó su abdomen.


El hecho de que hubiera vuelto allí a los 80 años de edad parecía increíble, en aquella casa había pasado su niñez, había afrontado los problemas de la adolescencia, en aquella casa había conocido el amor y el odio.


Tan sólo le quedaban 2 meses de vida según estimaban los médicos, 2 meses que debía aprovechar al máximo. Volvería a recoger tomates bajo el cálido sol italiano, volvería a tomar aquella pizza tan auténtica, volvería a hablar la lengua de sus padres. El italiano, se preguntaba si lo hablaría ahora tan bien como en antaño cuando sus poemas encandilaban a las jóvenes y a los maestros de la lengua, poemas que habían sido orgullo de sus padres y abuelos, poemas que habían robado el corazón de Luca.


Luca, su nombre aún resonaba en las paredes de aquella casa, pensaba que había olvidado su nombre en las 4 décadas que había pasado en Estados Unidos, pero era imposible olvidar el nombre de la mujer más hermosa que conoció, la mujer que le había dado 4 preciosos hijos.


Las lágrimas se deslizaron suaves por sus mejillas surcando sus marcadas arrugadas acentuadas por la enfermedad, lágrimas que eran producto de recordar, de recordad a su abuelo enseñándole la historia de los grandes romanos que antaño dominaron el Mediterráneo, de recordar a su abuela preparando aquella deliciosa pizza y revolviendo su cabello, de recordar a su padre enseñándole a labrar el campo bajo el más duro sol, de recordar a su madre cantandole dulces nanas al atardecer y sosteniendolo en su regazo, de recordar a Luca y sus suaves besos, y sus cálidos ojos. Recordar, los recordaba a todos con una sonrisa. Era mejor recordalos así que recordar que sus cuerpos no volverían a tocar el suyo, era mejor que recordar que ya nada quedaba de ellos y que lo poco que quedaba de ellos estaba o ya había sido devorado por los gusanos del jardín.


Sus hijos, solo los vió nacer. La mafia nunca permitió que pasara más tiempo con ellos, la mafia ni si quiera permitió que para ellos quedará más tiempo. A la edad de 35 años él se había encontrado solo, solo, más vivo que muerto.


Huyó a los Estados Unidos, huyó de él mismo, de su pasado. Sirvió de algo pero no de mucho, porque al final no le quedaba nada. Nada a lo que aferrarse, ni siquiera le quedaba alma, ya que seguramente se habría escapado con su alma.


Decidió cruzar el jardín, meterse en la casa y pasar los 2 meses que le quedaban con la esperanza de que si existía algún dios tuviera la bondad de reunirlo con aquellos que había amado, y que así recordar no fuera igual a desgarrarse, a desgarrarse en lágrimas y dolor, si no que recordar fuera como un dulce paseo con la gente querida hacia los dulces tiempos vividos.

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